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Confitería bailable

¡Veintiseis años! Mi Dios…hoy me miro en el espejo después de afeitarme y bañarme y no puedo creer que ya tengo varias decenas mas.

Que quedó de aquel flaquito de pelo negro que pesaba 55 kilos, puro esqueleto por el cigarrillo, trasnochadas y algunas "novias" que me obligaban a ser estratégico, correr de un lugar a otro para estar a tiempo y cumplir con todas.

Que quedó de aquel muchacho soltero que empleaba muchos recursos para seducir y conquistar. Recuerdo las noches de confiterías bailables: Jezabel (entre el cine y el Bar el Cairo), Uno y Medio (casi en la esquina de Córdoba y Corrientes) La Pantera Rosa (Mitre entre Santa Fe y San Lorenzo) y Katoa (Rivadavia entre Corrientes y Entre Rios). Recuerdo el bar Mitre (Mitre entre San Lorenzo y Urquiza) donde jugaba al ajedrez y a las "25" (mesa de billar, con cuatro bolas, con una había que hacer carambola a las otras tres). A veces iba desde las cinco de la tarde hasta la una de la mañana que me dirigía a la confitería.


Apenas llegaba mientras la vista se iba acostumbrando a la semioscuridad, me ubicaba en la barra, y pedía la copa que estaba incluída con la entrada: Wisky casi nunca, gin con gancia veces y casi siempre Vodka con ananá. Mientras fumaba un cigarrillo observaba el panorama, las mesas y alguna conocida de la semana anterior. Una vez terminada la copa y alguna charla ocasional, me dedicaba a recorrer lentamente las mesas a través del pasillo que había entre ellas y me paraba luego de unos metros. En esos tiempos y en esas confiterías se "cabeceaba". Fue mi forma de sacar a bailar, maniobra que siempre consideré la mas adecuada. Otra forma era la de acercarse a la mesa y ofrecer bailar.                                                                                

Pero mi persona nunca aceptó este sistema. No obstante el cabezazo también tenía sus riesgos. Una vez cabecee y la elegida se levantó, por suerte hice un movimiento leve para salir a la pista, pero justo en esos instantes atrás mio apareció otro que había cabeceado también. Me paralicé, no se si se habían dado cuenta pero a partir de ese momento fui mas seguro y cuando invitaba a bailar me ubicaba en una posición donde no había nadie detrás mio, o bien, si estaba inseguro si me miraba a mi, me retiraba unos metros y volvía a mirarla. Si su vista me seguía era seguro y procedía. Ya en la pista, nunca intenté el diálogo tan conocido y berreta : ¿Cómo te llamás? ¿venís siempre? ¿ te gusta esta música? Una prima mayor desde los primeros tiempos me había enseñado: con esas palabras tenía el 80% asegurado que no volvería a salir a bailar. Por eso ensayaba varios diálogos diferentes al principio y espontáneos después y cuando llegaba el momento siempre esperé que la mujer me preguntara por mi nombre.. Tenía un latiguillo: ..Cual es tu nombre ? terminaban preguntando. –Te gusta Daniel?- respondía . Siempre decían: Sí, me gusta. Y yo remataba: ¿el nombre?. Esta respuesta-pregunta resultaba simpática y abría una puertita de confianza para seguir…..

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